lunes, 12 de abril de 2010

Ese gato


Roxanna Erdman

(Ilustración de la autora)


Max tiene un gato. Es amarillo con rayas, como tigre, aunque mucho más chico que un tigre y como deslavado, porque las rayas apenas se le notan. A Max le gusta jugar con el gato y rascarle detrás de las orejas para oírlo ronronear. Le parece que suena como si echara a andar un motor, un motor que no debe servir para nada, porque cuando se enciende el gato no sale corriendo ni vuela ni poda el pasto.

El gato duerme la siesta en el sillón. Papá y el gato comparten el gusto por el mismo sillón. Cuando papá está en el trabajo, el gato se convierte en un cojín amarillo en su sillón favorito. Cuando regresa, el cojín vuelve a tomar forma de gato, se estira y le cede el asiento para que lea el periódico.

Una tarde, cuando es el turno de papá en el sillón, Max lo escucha refunfuñar: “A ver cuándo acaba de mudar pelo ese gato”. ¿Adónde se van a ir los pelos del gato? Max le pregunta a su mamá. Ella dice que cada temporada, cuando cambia el clima, los gatos estrenan pelaje. Es como cambiar el abrigo por una camiseta, y luego la camiseta por un suéter.

Max se imagina al gato con suéter. Un suéter hecho de sus propios pelos, con grecas en la pechera… no: con grecas en el lomo y los puños. ¿Los suéteres de gato tienen cuatro mangas? Max sólo lo ha visto con el modelo para el frío, de manga larga y esponjado. El gato llegó amarillo como las hojas secas. Era otoño. Le dieron leche tibia y se quedó, amarillo.

¿Cómo le habrá hecho para ponerse el suéter sin jalar los hilos? Max ha visto que cada vez que se estira saca las uñas. Y es imposible ponerse un suéter sin estirarse…

¡Qué bueno que el gato pueda cambiar de pelaje! Así podrá seguir durmiendo al sol sin preocuparse. ¿Cómo será el traje de verano? ¿Mangas cortas?, ¿colores alegres? Max se emociona: ¡qué tal azul como el cielo! O verde como la hierba tierna, con los bigotes rosados para olfatear de incógnito las petunias.

Con un diseño vibrante, en negro y naranja, podría revolotear tras las mariposas. Si fuera blanco, dormiría la siesta en el corredor, arrullado por el perfume de las gardenias. Aunque le gustaría verlo a cuadros, rojos y lilas, como mantel de picnic. Y si escogiera dorado, hasta podría nadar con los peces en el estanque.

Si prefiriera un estampado de flores —quizá de rayas o, por qué no, de cerezas maduras—, cualquiera que lo viera sabría que celebra la llegada de la primavera.
Max espera con paciencia a que el gato mude de pelo. Ahora que empieza a hacer calor, cada que lo mira le parece adivinar el color que ha elegido: amarillo verano, como girasol.