miércoles, 28 de abril de 2010

Riesgos de conversar con gatos

Paola Jauffred Gorostiza


Toña, una gata negra de pelo largo, con ojos de un verde brillante, toma el sol en cuclillas frente a la ventana. Tiene los párpados entrecerrados y sólo gira las orejas hacia atrás cuando escucha mis pasos entrando en el estudio.

YO: Ya mero nos vamos a ir al veterinario, en media hora.

TOÑA (calmadamente): Aquí no está el veterinario.

YO: No… por eso…. vamos a ir a donde está.

TOÑA: Explícate

YO: Si, nos vamos a subir al coche y vamos a ir a donde está el veterinario.

TOÑA: Aquí no está el coche.

YO: No, vamos a ir a donde está el coche y nos vamos a subir en él.

TOÑA (estirándose): Yo no estoy yendo a ninguna parte.

YO: No, lo vamos a hacer en el futuro.

TOÑA: ¿Qué quieres decir?

YO: En el futuro, después de que estemos aquí vamos a estar allá.

TOÑA: ¿después?

YO: Después… en el tiempo.

TOÑA: ¿Dónde está el tiempo, no lo veo?

YO: Ya discutimos lo del tiempo Toña, no pienso volver a meterme en ese asunto.

TOÑA: ¿No quieres decírmelo?

YO: Ya te lo dije.

TOÑA: No me lo estás diciendo.

YO: Ya te lo dije antes.

TOÑA: ¿Antes?

YO: Si, en el pasado.

TOÑA: ¿Cómo?

YO: Olvídalo, yo te aviso cuando nos vayamos a ir.

TOÑA:…

YO: Olvídalo!, quédate acostada en el sol, olvídalo.

TOÑA: (desconcertada)¿Olvidar?

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