viernes, 22 de agosto de 2014

Blaky, no es un cuento

María Elena Ortega


Desde que te cambié el nombre para escribir un cuento de gatos, te convertiste en otra. Quise hacer de ti una historia: fuiste un gato y te llamé Sócrates, desde este nombre que inventé, tu vida hecha ficción se diluyó porqueno eres un cuento.
Mi esposo decidió traerte un día a nuestra casa. Lo seguiste durante variosdías hasta su oficina y se sintió tu dueño. Mis dos hijos compartieron con aclamación la aventura de tu llegada. Enseguida te buscaron un nombre. Por el color negro de tu fino pelaje, te pusieronBlaky. Luego exigí que te dieran un baño, la primera regla de domesticación a la que quedaste sometida.Siempre lo odiaste.
No me agradó tu presencia, por eso decidí dejarte en la cocina, preparé tu cama con una caja y un trapo viejo. Después supe que los gatos no tienen límites ni fronteras. En pocos días te adueñaste de toda la casa; tus lugares preferidos fueron mi cama, mi almohada y la esquina soleada de uno de los sillones de la sala. Con el tiempo, mis hijos y mi esposo te empezaron a humanizar. Si ellos tenían hambre o frío, también tú sentías hambre y frío.Querían tenerte calentándoles los pies mientras veían televisión o echada sobre la mesa donde hacían la tarea. Yo te quería fuera de la casa.
Cuando te fuiste, me sentí contenta, pero el bullicio que hacía mi familia con tu presencia desapreció como si te lo hubieras llevado colgado en el cuello. El gusto que por un momento sentí con tú ausenciase esfumó al sentir el silencio triste pintado en los rostros de mi familia. ¡Vamos a buscarla!, les dije.
Toda una tarde por las calles del vecindario gritamos tu nombre. Agotados volvimos a casa sin ti. Decidiste volver tres días después; estabas flaca y sucia. El bullicio alegre volvió a inundar la casa.A partir de tu regreso empezaste a seguirmea todos lados; te gustaba estar bajo la mesa de la cocina mientras cocinaba.
Dos semanas después, nos dimos cuenta que estabas embarazada y sólo querías dormir sobre mi almohada. Cuando te llegó la hora de parir, exigiste con un suave y constante maullido que estuviera junto a ti; si te dejaba sola volvías a maullar con insistencia. El brillo lloroso de tus ojos me transmitióel dolor físico que sentías: fue como una conexión entre hembras.
Ese tiempo que pasamos juntas, entre las contracciones y el parto, confirmó el cariño que por ti ya sentía. Te anidaste entre mis afectos, poco a poco y con suavidad tu cálida y silenciosa presencia se hizo imprescindible. Como dócil viento y sin saberlos, nos sacudiste el polvo ríspido que a veces se acumulaba entre nosotros.
Esa noche sólo pariste un gatito; era blancocon rayas grises. Lo llamamos Tiger.

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